La fe de mi perro
Lucas, un hermoso Bóxer barcino cara negra, de orejas largas, de pecho blanco impecable, pertenecía a mi hijo quien para entonces, había cumplido siete años.
Año y seis meses atrás lo había recibido como regalo; era su primera mascota.
Los Bóxer, son perros maravillosamente alegres y leales, que no se cansan de jugar especialmente cuando hay niños a su alrededor.
Charly y Lucas fueron amigos desde la primera mirada. Todo lo compartían. A veces cama, comida, ducha, tareas etc. etc. Eran cómplices. Si Lucas dañaba algo, guardaban silencio.
Mientras Lucas crecía, también crecía el amor entre ambos.
¡Que bello recuerdo! Verlos jugar y correr por toda la casa en medio de risas y ladridos que nos alegraban la vida.
Los Bóxer son muy expresivos. Manejan su ceño de manera increíble. Si suben las cejas, abren desorbitadamente los ojos y echan las orejas hacia adelante, nos expresan su alegría; por el contrario, si fruncen el ceño y echan las orejas atrás, demuestran un estado de alerta o sorpresa; y, si están tranquilos, su ceño no tiene arruga alguna y sus orejas caen de manera natural. Tristeza, alegría o furia son muy fácilmente detectables en la expresión de su cara.
Con el tiempo, Lucas estaba atento a la salida de Charly hacia el Colegio; el perro acompañaba a su pequeño amo a desayunar y luego caminaba junto a él hasta la puerta de salida. Allí se abrazaban; el uno decía : ¡Chao Lucas! Y Lucas chillaba un rato junto a la puerta ante la partida de su amo.
En la tarde, Lucas se sentaba dos horas antes de la llegada de su amo junto a la puerta del garaje. No atendía llamados y si se le insistía, venía se paraba en frente, abría sus ojos movía su recortada cola y regresaba rápidamente junto a la puerta.
Esta puerta estaba formada por dos paneles. Un panel se deslizaba a la izquierda y el otro a la derecha. Entre ambos, había un espacio de tres centímetros, y por ese espacio Lucas miraba a la calle esperando ver a Charly regresar del Colegio. Miraba por la ranura con u ojo y luego con el otro. No se movía. Solo esperaba. Lucas sabía que Charly llegaba a las cinco y por eso lo esperaba. No lo veía, pero él esperaba. Si yo me acercaba él solo me miraba movía su cola agitaba su cuerpo y volvía con un ojo a la ranura. Me expresaba su alegría porque llegaba su amo.
De pronto, se paraba ladraba, chillaba había visto a Charly, y ahora escuchaba su voz cada vez más cerca de la puerta. Mi hijo lo llamaba y el respondía ; saltaba, ladraba con fuerza pidiendo que se le abriera la puerta. Su amo había llegado. Mi hijo soltaba su maleta. Lucas se paraba en dos patas y se abrazaban. El uno lo acariciaba y el otro le expresaba su alegría por el regreso.
Que bello cuadro.
Con el tiempo, Lucas estaba atento a la salida de Charly hacia el Colegio; el perro acompañaba a su pequeño amo a desayunar y luego caminaba junto a él hasta la puerta de salida. Allí se abrazaban; el uno decía : ¡Chao Lucas! Y Lucas chillaba un rato junto a la puerta ante la partida de su amo.
En la tarde, Lucas se sentaba dos horas antes de la llegada de su amo junto a la puerta del garaje. No atendía llamados y si se le insistía, venía se paraba en frente, abría sus ojos movía su recortada cola y regresaba rápidamente junto a la puerta.
Esta puerta estaba formada por dos paneles. Un panel se deslizaba a la izquierda y el otro a la derecha. Entre ambos, había un espacio de tres centímetros, y por ese espacio Lucas miraba a la calle esperando ver a Charly regresar del Colegio. Miraba por la ranura con u ojo y luego con el otro. No se movía. Solo esperaba. Lucas sabía que Charly llegaba a las cinco y por eso lo esperaba. No lo veía, pero él esperaba. Si yo me acercaba él solo me miraba movía su cola agitaba su cuerpo y volvía con un ojo a la ranura. Me expresaba su alegría porque llegaba su amo.
De pronto, se paraba ladraba, chillaba había visto a Charly, y ahora escuchaba su voz cada vez más cerca de la puerta. Mi hijo lo llamaba y el respondía ; saltaba, ladraba con fuerza pidiendo que se le abriera la puerta. Su amo había llegado. Mi hijo soltaba su maleta. Lucas se paraba en dos patas y se abrazaban. El uno lo acariciaba y el otro le expresaba su alegría por el regreso.
Que bello cuadro.