martes, 26 de noviembre de 2013

 

Simón, tengo algo que decirte

 
 
Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Ahora bien, vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa de l fariseo, se presentó con unfrasco de alabastro lleno de perfume.
Llorando, se arrojó a los pies de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas.  Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume.
 
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: <<Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la que lo está tocando, y qué clse de mujer es: una pecadora.>>
 
Entonces Jesús le dijo a manera de respuesta:
 
__Simón, tengo algo que decirte.
 
__Dime, maestro __respondió.
 
Dos hombres le debían dinero acierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata, y el otro cincuenta.
Como no tenian con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más?
 
__Supongo que aquel a quien más le perdonó __contestó Simón.
 
__Haz juzgado bien __le dijo Jesús.
 
Luego se volvió hacia la mujer y le dijo a Simón:
 
__¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarmelos pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume. Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. pero a quien poco se le perdona, poco ama.
 
Entonces le dijo Jesús a ella:
 
__Tus pecados quedan perdonados.
 
Los otros invitados comenzaron a decir entre sí: <<¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?>>
 
__Tu fe te ha salvado __le dijo Jesús a la mujer__; vete en paz. (NVI)
Lucas 7 : 36 - 50 
 
 
No importa con cuantas cosas lleguemos a los pies de Cristo. 
Él simpre tiene sus brazos abiertos para nosotros. 
No importa quien nos juzgue. Lo que importa es nuestra sinceridad con él. 
Total, fue él quien murió por nosotros. 
Fue él quien derramo su sangre, y yo valgo su sangre. 
¿Por qué temer a los hombres? 
¿Por qué temer al que diran?
¡Se trata del Hijo de Dios y yo!
De su perdón.
De su amor.
De su amistad.
¡Es entre él y yo!
¿Me perderé de su amor?
 
¡Que me abrace en este segundo,
porque no se, si en el siguiente vivo estare!
 
Y recuerdo :
 
__Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y
no vuelvas a pecar. (NVI)
Juan 8 : 11 
 
   

Olas Gigantes - Tormenta en el mar

El Señor está en medio de ti, poderoso,  el salvará; Sofonias 3:17