jueves, 26 de septiembre de 2013

                 ¿Enemigos? 

                       Cuán difíciles son. Sobre todo, amarlos.

 
¿Cuál es nuestra reacción a las ofenzas, la traición, la difamación, el robo o a cualquier cosa que nos cause tristeza, ira o depresión?
La violencia de todo tipo que vive la moderna sociedad nos pone al borde del abismo en cada momento, llenandonos de amargura y venganza que nos llevan a odiar a jefes, padres, hermanos, hijos, esposa/o, líderes, vecinos, estrellas del jet set etc.
Nuestra reacción inicial es devolver la ofenza o que alguien lo haga por nosotros de igual manera, o aun peor a lo recibido. Lo importante es que el ofensor ya sea ideológico, verbal o fisico, reciba su merecido y si es posible que desaparezca definitivamente. Que muera.
Amamos a quien nos ama; hacemos bien a quien nos hacen bien. Pero. ¿Amar a quien se ha comvertido en enemigo? ¡Imposible!
Al estudiar los grabados que hizo Paul Gustave Doré artista romantico frances (1832- 1888) sobre el infierno de Dante (1265 - 1321) en su Divina Comedia, y buscando una imagen que pudiera ilustrar esta corta reflexión, no puedo dejar de sorprenderme al ver lo estremecedor de cada escena.
Doré, un buen dibujante, utilizaba una escala de grises cercana a los 13.000 en estos grabados. Magnífico. Del gris más oscuro, al casi blanco. Con este maravilloso recurso, interpreta la obra de Dante. Sin embargo, la visión de Dante sobre el cielo y el infierno, es bastante equivocada por no decir que lo es totalmente. Las magníficas ilustraciones de Doré refuerzan el equívoco, porque del infierno no se vuelve. Pero aun así, pienso en lo que causaría la enemistad con Dios. Esta nos puede apartar eternamente de su presencia. Eso es un hecho. Y es verdad.
Y pensar que aún siendo sus enemigos él nos ama y entrego a su propio Hijo para pagar en él nuestra deuda.
>>Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Ésta  es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto.
En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios.(NVI)
Juan 3 : 14 - 21
 
  

Olas Gigantes - Tormenta en el mar

El Señor está en medio de ti, poderoso,  el salvará; Sofonias 3:17