jueves, 28 de noviembre de 2013

GoPro: Moab Towers & Magic Backpacks

 

¡Qué imponente! 




Oh SEÑOR, soberano nuestro,
¡qué imponente es tu nombre en toda
la tierra!
¡Has puesto tu gloria sobre los cielos !

Por causa de tus adversarios
has hecho que brote la alabanza
de labios de los pequeñitos y de los niños
de pecho,
para silenciar al enemigo y al rebelde.

Cuando contemplo tus cielos,
obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que allí fijaste,
me pregunto:
<<¿Qué es el hombre, para que en él
pienses?
¿Qué es el ser humano, para que lo
tomes en cuenta?
Pues lo hiciste poco menos que un dios,
y lo coronaste de gloria y de honra:
lo entronizaste sobre la obra de tus manos,
todo lo sometiste a su dominio;
todas las ovejas, todos los bueyes,
todos los animales del campo,
las aves del cielo, los paces del mar,
y todo lo que surca los senderos del mar.
 
Oh SEÑOR, soberano nuestro,
¡qué imponente es tu nombre en toda la
tierra! (NVI)
Salmo 8 



 
 
 

Látigo a  la lengua

 
 
Nuestra lengua se parece a una terrible fiera dispuesta a herir a los demás.
Con ella lanzamos saetas en contra de la gente y de nosotros mismos. Desatamos sobre personas y el mundo todo tipo de maldiciones de las que tarde o temprano también recibimos las consecuencias.  Artistas, políticos y demás figuras públicas contaminan el ambiente con sus declaraciones. Posiblemente, hacemos lo mismo al interior de nuestra familia.  Afortunadamente, existe un manual que nos puede guiar y que nos hace enderezar los pasos y sobre todo la lengua. Ese manual es la dulce palabra de Dios. 
Y es que podemos desatar vida o muerte con nuestra lengua. Eso no lo sabemos, o se nos olvida o sabiendolo...¡que nos importa!
 
Cada uno se llena con lo que dice y
se sacia con lo que habla.
 
En la lengua hay poder de vida y muerte;
quienes la aman comerán de su fruto.
(NVI) Proverbios 18 : 20 - 21 
  
 
Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más seriedad. Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo.
 
Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que obedezcan, podemos controlar todo el animal. Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto.
Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas.
¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida.
 
El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal.
 
Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid?
Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce. (NVI)
Santiago 3 : 1 - 12  
    
 

Olas Gigantes - Tormenta en el mar

El Señor está en medio de ti, poderoso,  el salvará; Sofonias 3:17