Magníficos
y poderosos Salmos
Salmo 143
 
Escucha, SEÑOR, mi oración;
atiende a mi suplica. 
Por tu fidelidad y tu justicia,
respóndeme.
No lleves a juicio a tu siervo, 
pues ante ti nadie puede alegar
inocencia.
El enemigo atenta contra mi vida: 
quiere hacerme morder el polvo.
Me obliga a vivir en las tinieblas, 
como los que murieron hace tiempo.
Ya no me queda aliento; 
dentro de mí siento paralizado el
corazón.
Traigo a la memoria los tiempos de antaño: 
medito en todas tus proezas,
considero las obras de tus manos. 
Hacia ti extiendo las  manos; 
me haces falta, como el agua a la tierra 
seca.
Respóndeme pronto, SEÑOR, 
que el aliento se me escapa.
No escondas de mí tu rostro, 
o seré como los que bajan a la fosa.
Por la mañana hazme saber de tu gran 
amor, 
porque en ti he puesto mi confianza.
Señalame el camino que debo seguir, 
porque a ti elevo mi alma.
SEÑOR, librame de mis enemigos, 
porque en ti busco refugio.
Enseñame a hacer tu voluntad, 
porque tú eres mi Dios.
Que tu buen Espíritu me guíe 
por un terreno sin obstáculos.
Por tu nombre, SEÑOR, dame vida; 
por tu justicia, sácame de este aprieto.
Por tu gran amor, destruye a mis 
enemigos; 
acaba con todos mis adversarios.
¡Yo soy tu siervo! 
(NVI)
(NVI)
Salmo 144
Bendito sea el SEÑOR, mi roca, 
que adiestra mis manos para la 
guerra,
mis dedos para la batalla. 
Él es mi Dios amoroso, mi amparo,
mi más alto escondite, mi libertador, 
mi escudo, en quien me refugio.
Él es quien pone los pueblos a mis 
pies.
SEÑOR, ¿qué es el mortal para que lo c
uides? 
¿Qué es el ser humano para que en 
él pienses? 
Todo mortal es como un suspiro; 
sus días son fugaces como una sombra. 
Abre tus cielos; SEÑOR, y desciende; 
toca los montes y haz que echen 
humo. 
Lanza relámpagos y dispersa 
al enemigo; 
dispara tus flechas y ponlo en 
retirada. 
Extiende tu mano desde las alturas 
y sálvame de las aguas tumultuosas; 
líbrame del poder de gente extraña. 
Cuando abren la boca, dicen mentiras;
cuando levantan su diestra juran en 
falso. 
Te cantaré, oh Dios, un cántico nuevo;
con el arpa de diez cuerdas te cantaré 
salmos.
Tú das la victoria a los reyes; 
a tu siervo David lo libras de la 
cruenta espada. 
Ponme a salvo, 
líbrame del poder de gente extraña. 
Cuando abren la boca, dicen mentiras; 
cuando levantan su diestra, juran en 
falso.
Que nuestros hijos, en su juventud, 
crezcan como plantas frondosas; 
que sean nuestras hijas como columnas 
esculpidas para adornar un palacio. 
Que nuestros graneros se llenen 
con provisiones de toda especie. 
Que nuestros rebaños aumenten por 
millares, 
por descenas de millares en nuestros 
campos. 
Que nuestros bueyes arrastren cargas pesadas; 
que no haya brechas ni salidas, 
ni gritos de angustia en nuestras 
calles. 
¡Dichoso el pueblo que recibe todo 
esto! 
¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el 
SEÑOR! 
(NVI)  
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